Las Cavidades de mi Mente

Jesús Darío
3 min readFeb 1, 2021
Sorolla 1908 — Niñas en el Mar

Ya no sé si me lees, pero necesito escribirte en lugar de pensarte. No me queda ya ninguna dirección a la que mandarte un mensaje. Tampoco me queda más remedio que escribir. Aunque no lo lea nadie. Los ecos de tu voz no los escucha nadie más, así que qué menos que escribir. Un día me buscabas en internet, como aún me buscarían tus manos si estuviera cerca, así que quizás aparezca un día de forma espontánea al otro lado de una búsqueda tuya y de repente estas palabras dejen de ser un eco perdido de mi pensamiento para convertirse en una conversación.

Pero, ¿qué decirte? Siento que ya lo hemos dicho todo. Conocí una versión de ti que no se va a repetir. Y apareces sin que nadie te haya invitado, al fondo de mis pensamientos, cuando no queda nada más. Cuando la mente está en blanco. Cuando lo único que escucho es el aliento de mi garganta, o el viento en mis oídos. Ahí vives tú. En las cavidades de mi mente. Como el ruido blanco en la radio cuando éramos pequeños. El negativo de una foto.

Y de qué manera hemos desaparecido. Qué frágil es la naturaleza de las cosas. Volviste a mí a través de decenas de miles de kilómetros solo para darme una versión digital y diluida de ti misma. Aún reconocible para mí, me resigné a que vivieras conmigo en las madrugadas a 64Kb por segundo, con la vaga esperanza de que te hicieses realidad algún día. Aislados por la pandemia aún estábamos juntos. Y te hiciste realidad. Encontré los caminos que me llevaban a tu casa. Todo para despedirnos de una vez por todas. Por fin nos convertimos en extraños.

Irónicamente di lo mejor de mi en una causa perdida. Creo que es algo que hacemos todos. Podemos trabajar sin descanso, siempre por un idea, pero nunca por una realidad. Las realidades pueden deshacerse, los ideales aún están por ocupar el espacio de la vida.

Siempre dije que la vida es el conjunto de historias que nos contamos a nosotros mismos. Nuestra historia merecía la pena. No quiero ni deshacer con las manos las oscuras líneas de tu pensamiento, los miedos más profundos, la naturaleza de tus obsesiones. Ya me he asomado mil veces a ese barranco y he caído sin cesar. Nunca me ofreciste una vía de escape. Nunca tuviste el coraje de cuidar de mí, por miedo a perderme. Hoy aún me dejas caer aún cuando hace ya tiempo que me has perdido.

Y aún así estoy seguro de que tú también vuelves, de una forma extraña a verme en las cavidades de tu pensamiento. De que me aparezco tu pecho cuando se te pone la piel de gallina. De que crees que es un mensaje mío cuando se ilumina el móvil. Tengo la certeza absoluta de que pasarás por aquí y seguirás sin admitir con palabras lo que los hechos revelan una y otra vez.

Como Zafón en Marina: Solo recordamos aquello que nunca sucedió, yo no dejo de recordar el instante en que nos reencontramos.

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