Hecho con Midjourney — Las emociones y los sentimientos son como el clima

Sobre la meditación

Jesús Darío
5 min readSep 26, 2023

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La primera vez que me acerqué a la meditación como disciplina fue a los 25 años. Headspace se estaba poniendo de moda y yo me enteraba del triunfo de este emprendedor por mis medios habituales. Decidí empezar a probar.

En ese momento yo no tenía mucha calma. Me era imposible separarme de mis emociones y de las gruesas lineas de mi pensamiento. Todas mis emociones parecían muy reales y me las tomaba muy a pecho. El mundo se sentía en mi contra. Probaba la meditación para intentar dejar de pensar por un instante. Vaciar la mente. Esto es mucho más difícil de lo que parece y debe ser una experiencia muy diferente para cada uno.

Seguí probando con el tiempo, pero me aburría. Conseguí ponerme guías de meditación en lugar de mirar instagram o twitter lo primero de cada mañana y aquello más o menos funcionaba para que el aburrimiento me levantase de la cama y me llevara a lo primero que tenía que hacer ese día. En esencia, yo no veía nada malo en dar rienda suelta a las historias que me contaba en mi cabeza, ya fueran fantasías o historias de terror, porque se sentían muy legítimas de habitar ahí. Es más, me sentía más vivo por sufrir o vivir de esa alegría, porque (en mi cabeza) la vida se había de vivir con intensidad y por tanto poner la mente en blanco era quitar atención de la vida.

Es similar a lo que era mi relación con el sueño. Odiaba irme a la cama. Tenía que aprovechar cada minuto al máximo y como fuera y solo conseguía irme a dormir completamente exhausto. Me pasé años en privación de sueño, hablando con la novia por teléfono cada noche, levantándome pronto para ir a clase.

Con el tiempo fui encontrando huequitos de paz en mi vida. Satisfacción, realización, calma. Y ahí empecé a cuidar mi sueño, porque quería estar bien para el día siguiente. Empezó fundamentalmente cuando empecé a disfrutar del deporte, con 26 añazos. Y siempre he sido deportista y me han gustado los juegos, pero hablo del placer del deporte en sí, como una expresión de lo que mi cuerpo es capaz. Si te extenúas haciendo ejercicio, acabas reventado, duermes como Dios y cada día te encuentras con más energía.

¿Y qué tiene todo esto que ver con la meditación? Mucho. Descubrí que el deporte era el mejor vehículo para separarme de mis emociones. Seguía pensando continuamente. Me montaba (y siempre me montaré) mis películas, pero a 160 pulsaciones el minuto tu cuerpo no siente la pena o el resentimiento, aunque te estés juzgando a ti mismo o tus pensamientos sean bucles de odio. Tu cuerpo está en paz. Y te lleva a través de los kilómetros, de los parques y al lado del mar, desde la puerta de tu casa a la ducha. Luego las endorfinas se encargan de que te sientas seguro y que esas líneas del pensamiento parezcan banales. Ya no tienen la necesidad de protagonizar tu vida.

Entonces ¿por qué un ensayo sobre meditar? Me di cuenta en retrospectiva de que no jugaba bien al fútbol precisamente porque mis emociones y la testosterona me hacían pasar muchas veces un mal rato. A su vez de que en el tenis se me iba la olla. Los puntos muertos del juego, de las películas que veo, de los ratos cocinando, los aprovechaba el fondo de mi pensamiento para sintonizar el canal de turno –que no siempre era malo– pero sí que me hacía perder los puntos, perderme el momento. No solo eso sino que a veces espirales de duda y posibilidad esperaban cuando estaba tranquilamente al lado de una pareja, estuviera o no completamente enamorado. Ya con 30 y con más pruebas que dudas, había algo que solucionar.

Me di cuenta de como esa tendencia a darle paso a mi diálogo interno para que tome el control me estaba privando de la vida y no me estaba haciendo vivirla con más intensidad. Esto es importante porque es imposible verlo así cuando estás muy metido en el diálogo, sientes que tienes que prestarle atención.

Esto claro solo eran señales. No lo aprendí de verdad hasta que ya era tarde. Se ha cargado mis relaciones y mis promociones en el trabajo y solo lo vi blanco sobre negro cuando ya era demasiado tarde y ya no podía darle más vueltas a la realidad. Cuando tu psicóloga, tus amigos o tu jefe dejan de escucharte y darte la razón sino que te dicen que has dejado de ver las cosas como son. Y tienes que tener la humildad y el valor de hacerles caso. Que es casi imposible si tu diálogo interno está buscando continuamente excusas, o hacerte la víctima. Muchos hemos pasado por defecto a la vida a la defensiva y no es bonito.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la meditación? Pues cuando estás en traje o con amigos o en el trabajo y no puedes salir corriendo y tienes que lidiar con tus emociones o con corrientes de pensamiento insoportables, debes de tener alguna herramienta.

Históricamente para mi ha sido hablar con amigos, desahogarme, escribirle a alguien. Peor aún si la vía de escape era directamente meterme a mirar twitter o instagram, que ha sido la infinita mayoría, porque las emociones no eran ineludibles o solo se aparecían como aburrimiento.

Pero tú debes de ser tu mejor amigo. Tú debes darte cancha. Tú debes de poder escucharte y darte cuenta de que te estás juzgando, de que te estás quejando, de que estás haciéndote la víctima o queriendo llamar la atención. Eso primero que nadie. Y si no funciona, ahí para eso están la familia, los amigos, los profesionales. Pero primero tienes que intentarlo tú. Y la meditación, la capacidad de separarte un instante de tus pensamientos y verlos como algo que esta ocurriendo. Poder escucharlos y decir: “eso es resentimiento”, “eso es victimismo”, “eso es egoísta” y abandonarlos. Tal cual.

Darte cuenta de que habitas tu cuerpo y de los detalles de el momento en el que estás y valorar eso por encima de las corrientes de tu pensamiento. No porque quieras evadirte todo el tiempo, sino precisamente para dar lugar a que las corrientes de pensamiento que no estabas mirando por estar en tensión, por estar enroscado en las lineas más intensas, para encontrar motivación, ternura, amor por el momento que es sin duda amor por la vida y la paz de habitarte. Sentir el calor en la piel. Ver el color de las cosas. Escuchar los pájaros de fondo.

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